viernes, 8 de noviembre de 2013

Lana and Me

Un día escuchaba un canción mientras caía dormida con una imagen de mi reflejo bailando y riendo, al ver esa imagen recordé a la que una vez soñó con convertirse en una hermosa poetisa, pero que en una serie de eventos lamentables vio esos sueños venirse abajo y dividirse como un millón de estrellas en el cielo nocturno ante el cual solía soñar una y otra y otra vez, rozagante y triste.
Siempre fui una chica rara, mi madre me decía que tenía alma de camaleón. Ninguna brújula señalándome cual era el norte, ninguna personalidad estable. Sólo una indecisión interior que era tan grande y tan vacilante como el océano.
Lo quería todo con el ardor de cada pequeña experiencia y una obsesión de libertad que me aterrorizaba al punto de no poder hablar al respecto, y que me impulsó a un punto nómade de locura que me deslumbraba y me mareaba.

Entonces recordé que esas palabras, esa imagen y las vacilantes decisiones, no me pertenecían sino que me llevo a recordar… una visión de lo que no fue una promesa.


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