Un día escuchaba un canción mientras caía dormida con una imagen de mi reflejo bailando y riendo, al ver esa imagen recordé a
la que una vez soñó con convertirse en una hermosa poetisa, pero que en una
serie de eventos lamentables vio esos sueños venirse abajo y dividirse como un
millón de estrellas en el cielo nocturno ante el cual solía soñar una y otra y
otra vez, rozagante y triste.
Siempre fui una
chica rara, mi madre me decía que tenía alma de camaleón. Ninguna brújula
señalándome cual era el norte, ninguna personalidad estable. Sólo una
indecisión interior que era tan grande y tan vacilante como el océano.
Lo quería todo con
el ardor de cada pequeña experiencia y una obsesión de libertad que me
aterrorizaba al punto de no poder hablar al respecto, y que me impulsó a un
punto nómade de locura que me deslumbraba y me mareaba.
Entonces recordé que
esas palabras, esa imagen y las vacilantes decisiones, no me pertenecían sino
que me llevo a recordar… una visión de lo que no fue una promesa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario